"La diferencia entre un turista y un viajero reside en que cuando un turista llega a un sitio sabe exactamente el día que partirá. El viajero, sin embargo, cuando llega a un lugar, no puede saber si acaso se quedará allí el resto de su vida"Paul Bowles.
viernes, 27 de mayo de 2011
Caminos
No quiero riquezas, ni esperanzas, ni amor, ni un amigo que me comprenda. Lo único que quiero es el cielo sobre mí, y un camino bajo mis pies.
Robert Louis Stevenson.
Escrito en la pared de un bar de Bariloche.
Fotos: Parque Nacional Tierra del Fuego. Ushuaia (Argentina).
Viendo estos paisajes no puedo dejar de pensar en los exploradores castellanos, andaluces y extremeños que recorrieron el continente muertos de hambre, muriendo y matando e imaginando a su Dios en cada piedra del camino, porque tanta belleza no podía ser fruto sino de una creación superior; el paraíso visualizado en las capillas de Trujillo y Écija estaba ahora ante sus ojos, en el extremo de sus espadas, al alcance de un estoque. Su cosmovisión estaba por entonces reducida al yermo paisaje meseteño; algunos con más cicatrices habían luchado en el Magreb, en los bosques germanos, en el oriente mediterráneo, habían saqueado la Ciudad Eterna, pero cómo comparar la pocilga de Nápoles con el cielo andino, o el desolado agro castellano con las terrazas del Tahuantinsuyo. Dijo Lorca sobre los españoles, que aquellos que no habían estado en América nunca entenderían España. Son esos campesinos analfabetos, salvajes y brutales, quienes forjaron nuestra tierra a miles de kilómetros de sus cunas por los caminos de América.
Hace poco, ya publicaré la entrada, estuve en las cataratas Iguazú, y pensé lo mismo: qué sentiría Alvar Nuñez Cabeza de Vaca cuando se encontró con esa maravilla.
Viendo estos paisajes no puedo dejar de pensar en los exploradores castellanos, andaluces y extremeños que recorrieron el continente muertos de hambre, muriendo y matando e imaginando a su Dios en cada piedra del camino, porque tanta belleza no podía ser fruto sino de una creación superior; el paraíso visualizado en las capillas de Trujillo y Écija estaba ahora ante sus ojos, en el extremo de sus espadas, al alcance de un estoque. Su cosmovisión estaba por entonces reducida al yermo paisaje meseteño; algunos con más cicatrices habían luchado en el Magreb, en los bosques germanos, en el oriente mediterráneo, habían saqueado la Ciudad Eterna, pero cómo comparar la pocilga de Nápoles con el cielo andino, o el desolado agro castellano con las terrazas del Tahuantinsuyo. Dijo Lorca sobre los españoles, que aquellos que no habían estado en América nunca entenderían España. Son esos campesinos analfabetos, salvajes y brutales, quienes forjaron nuestra tierra a miles de kilómetros de sus cunas por los caminos de América.
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