"La diferencia entre un turista y un viajero reside en que cuando un turista llega a un sitio sabe exactamente el día que partirá. El viajero, sin embargo, cuando llega a un lugar, no puede saber si acaso se quedará allí el resto de su vida" Paul Bowles.

sábado, 31 de julio de 2010

Carolina

Esta guapa chica, con la que inauguro la etiqueta "Retratos", es Carolina, camarera de El Pobre Diablo. Accedió a que la fotografiara a la luz de las velas que iluminan este local y lo publicara en el blog, con la condición de que también le mandara la foto por correo electrónico. Dicho y hecho, Carolina. Espero que te guste y que consultes de vez en cuando el blog. Un saludo.

Quito. Vida cultural

Como decía, Quito disfruta de una vida cultural nada desdeñable. No sólo nos hemos empapado de arte colonial de la escuela quiteña en museos y espléndidas iglesias (en todas partes hay algún estudiante de Turismo en prácticas que te sirve de guía, y la verdad es que se agradece mucho: lo hacen muy bien, son muy amables y dan mucha información), también hemos podido admirar en el Centro Cultural Metropolitano una magnífica retrospectiva ("Herejías") del fotógrafo mexicano Pedro Meyer,  ver en las salas del Teatro Sucre fotografías de jóvenes artistas locales, como Carla Granda, ir a la sala de teatro alternativo El Patio de Comedias y, sobre todo, admirar la obra del gran Oswaldo Guayasamín en la casa-museo de la Fundación Guayasamín y en la cercana e impresionante Capilla del Hombre. Por la noche, copita en el club de jazz El pobre diablo, donde sí saqué algunas fotos.


Quito. Primeras impresiones

Al tercer día, después de llevar un rato andando, te das cuenta de que ya no están. No está el dolor en las piernas y en los brazos. No está el resuello entrecortado. No está, sobre todo, la somnolencia constante que te obliga a bostezar a cada rato (el cuerpo te pide oxígeno) y hace que todo lo que uno haga lo haga como sonámbulo. Cuando tu cuerpo se acostumbra a los 2.850 metros de altura sobre el nivel del mar es cuando uno empieza a disfrutar de la ciudad de Quito. Te das cuenta, entonces, de que lo que te pareció una ciudad anodina y sin personalidad es en realidad una localidad muy habitable, con un casco histórico no tan espectacular como los quiteños creen pero coqueto y muy bien conservado, y una parte nueva sorprendentemente tranquila y segura, bien organizada y dotada además de una vida cultural nada desdeñable. Quito se extiende como una serpiente a lo largo de la llamada "avenida de los volcanes", y cuando uno camina por sus calles se siente siempre, a izquierda, derecha o a ambos lados, protegido por ellos. Es una delicia ver ponerse el sol tras el Pichincha en algún café de la Plaza del Teatro, o tomarse un "canelazo" en la Ronda de la ciudad vieja. La gente es muy tranquila y habla casi susurrando, y hasta las bocinas de los coches, no demasiado frecuentes, parece que suenan amortiguadas. Cuando el cuerpo te responde, dan ganas hasta de sacar la cámara a la calle. Pero ya es tarde. No tengo, de momento, fotos de Quito.

miércoles, 14 de julio de 2010

Ejercicio de perspicacia

Un pequeño pasatiempo: se trata de intentar averiguar con sólo un vistazo cuáles de, por ejemplo estas cuatro niñas mayas, asiste con regularidad al colegio, y cuáles no:


Bueno, no es difícil ¿verdad? Como no es difícil imaginar qué estará pensando esta niña, que dedica sus mañanas a vender baratijas para los turistas en Panajachel:


En fin, qué queréis que os diga. Ningún niño sin escolarizar.

martes, 13 de julio de 2010

Nadie me hará esta foto

Roland Barthes, en La cámara lúcida, distingue en el análisis de  una imagen lo que él llama el "estudium" del "punctum". El "estudium" sería la planificación del fotógrafo: lo que el ha querido mostrar y cómo lo ha querido mostrar. El "punctum", sin embargo, sería aquel elemento intangible, producto del azar o la intuición, que te "punza", que desgarra lo establecido y ancla la imagen en un eje temporal o en un contexto vivencial concreto. El "punctum" es la realidad en bruto, inexpresable, que llena la imagen de verdad y golpea inesperadamente al espectador. Sin el "punctum", esto lo digo yo, la mejor imagen no pasa de ser una bonita postal.

Yo, claro, he hecho y haré muchas postales, pero en esta imagen que tomé en 2008 en Tapachula, en la frontera entre México y Guatemala, creo reconocer aquello a lo que Barthes se refería. Mi "estudium" sería simplemente una representación gráfica de cómo la labor de los escribidores sigue viva en los mercados de este lugar, para leer y escribir cartas a aquellos que no saben hacerlo. El "punctum", claro, es la mirada de esta niña que ocupa el centro de la escena y absorbe toda la atención. Una mirada en la que yo no reparé en el momento de hacer la foto y de la que ahora no me puedo despegar. Una mirada interrogante, levemente recriminatoria, como si le doliera la intrusión que cometo al evidenciar las carencias de su madre. Pero también, quiero pensar cuando observo cómo se aferra a su mochila escolar, una mirada de suave determinación. "Cuando yo sea mayor", quiero pensar que dice, "nadie me hará esta foto". 

Ventanas (declaración fotográfica de intenciones)

Miguel Martín Rueda, que desde sus talleres de El fotomata me ha enseñado mucho de lo poco que sé de fotografía, suele decir que cualquier fotógrafo elige entre ser ventana o ser espejo. El fotógrafo-espejo apuesta por reflejar su personalidad y dejar su sello en todo aquello que retrata: inventar la realidad. El fotógrafo-ventana pretende la transparencia: ser un medio que acerque el mundo a los demás a través de sus imágenes. Desde El fotomata Miguel apuesta por la especularidad. Yo, él lo sabe, prefiero ser ventana.