Este suelo, en forma de tablero de ajedrez, fue el que posibilitó el reconocimiento de la casa. Cuando los camiones frigoríficos entraban aquí de espaldas y, en lugar de alimentos, depositaban personas sobre el vestíbulo, atadas y con los ojos vendados, era el suelo lo único que podían ver. "Cambiaron el número (durante años, el número 38 de la calle Londres desapareció, y esta casa pasó a ser Londres 40) pero no cambiaron el suelo", dijo uno de los supervivientes que ayudó a reconocer el lugar.
Es Londres 38, la casa que funcionó como centro de detención y tortura desde septiembre de 1973 hasta fines de 1974, y que desde 2008 lo hace como Memorial y centro de estudios del Colectivo Londres 38, dedicado a la recuperación de la memoria histórica.
Es Londres 38, la casa que funcionó como centro de detención y tortura desde septiembre de 1973 hasta fines de 1974, y que desde 2008 lo hace como Memorial y centro de estudios del Colectivo Londres 38, dedicado a la recuperación de la memoria histórica.
Ésta era la "sala de permanencia". Aquí los detenidos pasaban el día atados a una silla. De noche se retiraban las sillas y dormían, con un sueño a menudo interrumpido, tumbados en el suelo. Las veinticuatro horas estaban con los ojos vendados. Una vez al día se les facilitaba una jarra de sopa con un trozo de pan, sobre todo a aquellos que iban a permanecer más tiempo en la casa (uno o dos meses, por regla general). Pero hay muchos testimonios de detenidos que, de camino a otros centros de detención, sólo estuvieron dos o tres días, y pasaron todo ese tiempo en Londres 38 sin comer ni beber.
El antiguo garaje de la casa era la "sala de aislamiento" para aquellos a los que se quería reprimir de modo especial, los que habían sido recién torturados, o los que estaban enfermos.
En el segundo piso estaba la "sala de interrogatorios". Según el informe de 2005 de la Comisión Nacional de Investigación sobre Prisión Política y Tortura, en Londres 38 "durante los interrogatorios los prisioneros fueron torturados con golpes, en ocasiones hasta causarles fracturas; pau de arara, el submarino seco y el mojado, con aplicación de electricidad en la parrilla, colgamiento, quemaduras con cigarrillos, el teléfono; fueron sometidos a la ruleta rusa; se les administraban drogas; estaban expuestos a ruidos molestos durante la noche para impedirles dormir, especialmente música a todo volumen. Eran obligados a escuchar y presenciar torturas a otros detenidos; fueron objeto de vejaciones y violaciones sexuales, de simulacros de fusilamiento, de amenazas y manipulación psicológica”.
La música. La música como instrumento de tortura psicológica, y la música también como medio para impedir que los vecinos escuchasen los gritos. Pero, aunque los hubieran escuchado, pienso yo, ¿Qué iban a hacer, los vecinos? ¿Iban a acudir a la policía? ¿Iban a denunciarlo ante un juez? ¿Iban, acaso, a escribir a los periódicos para que lo publicaran?
Por primera vez en mi vida, comprendo de verdad lo terrible que tiene que ser vivir bajo una dictadura. El miedo, el desamparo, el sentimiento de no poder fiarte de nadie, y mucho menos de ninguna institución. La certidumbre de que, aunque aparentemente lleves una vida cotidiana normal (vayas a tu trabajo, quedes con los amigos, hagas el amor con tu mujer...) en realidad eres un prisionero, y tu propio país es la prisión.
Se calcula que más de dos mil personas sufrieron confinamiento y tortura en Londres 38, durante el año escaso que estuvo en funcionamiento. De ellas a noventa y seis, ochenta y tres hombres y trece mujeres, nunca se las volvió a ver. Son "desaparecidos". El colectivo ha decorado las aceras del exterior de la casa con noventa y seis placas, en las que figuran sus nombres y su edad. Escribo alguno de ellos en mi cuaderno, al azar.
Jorge Enrique Espinosa Méndez, 24 años.
Erwin Francisco Van Yurick Altamirano, 20 años.
Toda una generación de jóvenes idealistas y combativos, que tal vez hubieran llegado a ser líderes; pero tal vez, por qué no, hubieran traicionado con el tiempo sus ideales. Quién sabe.
Carlos Alberto Cuevas Moya. 21 años.
Hector Marcial Garay Hermosilla, 19 años.
Dos de las mujeres, no sé cuáles, estaban embarazadas.
María Elena González Inostroza, 22 años.
Me resulta fácil imaginarlos. Los hombres, con pelo largo y barba. Pantalones de campana. Las mujeres, con vaporosas faldas de gasa o pantalones vaqueros. Una camiseta ajustada. Sandalias. El pelo recogido en una cola de caballo. 18 años.
Jorge Enrique Espinosa Méndez, 24 años.
Erwin Francisco Van Yurick Altamirano, 20 años.
Toda una generación de jóvenes idealistas y combativos, que tal vez hubieran llegado a ser líderes; pero tal vez, por qué no, hubieran traicionado con el tiempo sus ideales. Quién sabe.
Carlos Alberto Cuevas Moya. 21 años.
Hector Marcial Garay Hermosilla, 19 años.
Dos de las mujeres, no sé cuáles, estaban embarazadas.
María Elena González Inostroza, 22 años.
Me resulta fácil imaginarlos. Los hombres, con pelo largo y barba. Pantalones de campana. Las mujeres, con vaporosas faldas de gasa o pantalones vaqueros. Una camiseta ajustada. Sandalias. El pelo recogido en una cola de caballo. 18 años.
En ninguna de las dos visitas que hice a la casa de Londres 38 coincidí con más de tres personas. En ambas ocasiones se produjo espontáneamente, ante la puerta de salida, un diálogo de ritmo lento y lleno de expresivos silencios, que en una ocasión se alargó hasta casi los treinta minutos. Una señora cuenta que cuando era niña, en Iquique, su ciudad natal, había una casa desde la que siempre, día y noche, se podía escuchar música clásica a todo volumen. A ella y a sus pequeños hermanos les encantaba pasar, todos los días, por su lado. La llamaban "la casa de la música". "Años después, cuando comprendí..." la señora se estremece, y su frase queda inconclusa. Otra comenta que, a su entender, la dictadura ha marcado el carácter de toda una generación, y que todavía la sociedad en su conjunto se encuentra traumatizada y desactivada por lo ocurrido aquellos años. Marcados por la frustración y el miedo. Una generación entera de autómatas incapaces de reconciliarse con ellos mismos. Por lo que he visto en Chile, yo tiendo a estar de acuerdo.
Hace muy pocos años, durante la presidencia de Michelle Bachelet, que Chile se ha decidido a recuperar su memoria histórica. La casa de Londres 38 es sólo uno más de los 1168 centros de detención y tortura que la dictadura estableció por todo el país, y de los que hoy día se da cuenta en el apabullante Museo de la Memoria, que Bachelet inauguró en 2010. Londres 38 es probablemente uno de los centros más pequeños y que menos tiempo estuvo abierto (en las afueras de Santiago se encuentra la tristemente célebre Villa Grimaldi, hoy convertida en "Parque por la Paz" y por donde pasaron más de 4.500 personas, entre ellas la propia Bachelet). Tampoco, dentro de lo que cabe, es Londres 38 la casa más destacada por la crueldad de las torturas que en ella se practicaban (en la calle Irán 3037 se encontraba La Venda Sexy, así denominada porque estaba especializada en vejaciones sexuales, cometidas sobre hombres y mujeres atados y con una venda en los ojos como único ropaje, y muy a menudo con la participación de perros adiestrados). Pero la escasa resonancia de esta casa en pleno centro de Santiago, rodeada de calles comerciales abarrotadas de paseantes; su desnudez y austeridad en contraste con los primaverales días que florecen en el exterior; la soledad y el silencio en que aquí trabajan Karen, Daniela y Leopoldo... se me antojan un buen símbolo de la situación que todavía atraviesa este país. Un país que todavía se rige por la constitución de 1980, redactada y aprobada por el dictador; que mantiene en vigor la siniestra Ley de Seguridad Ciudadana que amparó todos estos crímenes; que vio enterrar al dictador con honores de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas; y que conserva intacta la estructura económica neoliberal que el dictador, con el asesoramiento directo de Milton Friedman y el resto de economistas de la Escuela de Chicago, implantó, y según la cual hasta la compra de un billete de autobús interurbano en Chile (el precio de los boletos varía según las leyes de la oferta y la demanda) se convierte en una lucha del hombre contra el hombre.
(Ser español, por cierto, no es la mejor carta de presentación en Latinoamérica. Si no te hablan de las tropelías de los conquistadores, te hablan de las tropelías de Telefónica, Unión Fenosa o Repsol. Muchos chilenos, sin embargo, de lo primero que te hablan -"¡Ah, español...!. Nosotros los chilenos tenemos mucho que agradecerle a España..."- es de Baltasar Garzón.)
Hace muy pocos años, durante la presidencia de Michelle Bachelet, que Chile se ha decidido a recuperar su memoria histórica. La casa de Londres 38 es sólo uno más de los 1168 centros de detención y tortura que la dictadura estableció por todo el país, y de los que hoy día se da cuenta en el apabullante Museo de la Memoria, que Bachelet inauguró en 2010. Londres 38 es probablemente uno de los centros más pequeños y que menos tiempo estuvo abierto (en las afueras de Santiago se encuentra la tristemente célebre Villa Grimaldi, hoy convertida en "Parque por la Paz" y por donde pasaron más de 4.500 personas, entre ellas la propia Bachelet). Tampoco, dentro de lo que cabe, es Londres 38 la casa más destacada por la crueldad de las torturas que en ella se practicaban (en la calle Irán 3037 se encontraba La Venda Sexy, así denominada porque estaba especializada en vejaciones sexuales, cometidas sobre hombres y mujeres atados y con una venda en los ojos como único ropaje, y muy a menudo con la participación de perros adiestrados). Pero la escasa resonancia de esta casa en pleno centro de Santiago, rodeada de calles comerciales abarrotadas de paseantes; su desnudez y austeridad en contraste con los primaverales días que florecen en el exterior; la soledad y el silencio en que aquí trabajan Karen, Daniela y Leopoldo... se me antojan un buen símbolo de la situación que todavía atraviesa este país. Un país que todavía se rige por la constitución de 1980, redactada y aprobada por el dictador; que mantiene en vigor la siniestra Ley de Seguridad Ciudadana que amparó todos estos crímenes; que vio enterrar al dictador con honores de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas; y que conserva intacta la estructura económica neoliberal que el dictador, con el asesoramiento directo de Milton Friedman y el resto de economistas de la Escuela de Chicago, implantó, y según la cual hasta la compra de un billete de autobús interurbano en Chile (el precio de los boletos varía según las leyes de la oferta y la demanda) se convierte en una lucha del hombre contra el hombre.
(Ser español, por cierto, no es la mejor carta de presentación en Latinoamérica. Si no te hablan de las tropelías de los conquistadores, te hablan de las tropelías de Telefónica, Unión Fenosa o Repsol. Muchos chilenos, sin embargo, de lo primero que te hablan -"¡Ah, español...!. Nosotros los chilenos tenemos mucho que agradecerle a España..."- es de Baltasar Garzón.)
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Una mañana, durante mi estancia en Santiago, di un largo paseo hasta llegar al Estadio Nacional.
Lo encontré sorprendentemente pequeño. En España bien podría pertenecer a un club de segunda división. También es el único estadio de fútbol que conozco rodeado de vallas. Vallas que impiden acercarse a sus muros y, por ejemplo, escribir en ellos.
Este domingo, supongo, estas vallas se abrirán. Miles de personas, custodiadas por la policía, ingresarán al estadio y, sobre sus gradas, Cantarán. ("Campeón/ hay uno solo./ Y se llama/ Colo Colo./ El eterno campeón.")
Este domingo, supongo, estas vallas se abrirán. Miles de personas, custodiadas por la policía, ingresarán al estadio y, sobre sus gradas, Cantarán. ("Campeón/ hay uno solo./ Y se llama/ Colo Colo./ El eterno campeón.")
Cantarán. Sobre las mismas gradas.
Pues sí, tremendo. Por cierto, curiosa la fecha de la placa.
ResponderEliminarLa fecha de la placa no es casual. Aparte de lo que todos conocemos, un 11 de septiembre (de 1973)se produjo el golpe de estado que acabó con la democracia chilena (y con la vida del presidente Salvador Allende) y dio comienzo a todos estos crímenes.
ResponderEliminarme inquieta pensar que muchos futboleros aterrados, tras leer estas líneas que escribes, seguirán cantando "en las mismas gradas"...¿acaso con más entusiasmo?
ResponderEliminar"la casa de la música"..-sin palabras-
Sí..en Argentina fueron los goles de Diego..es una vieja historia, pero se me antoja muy ajustada al presente (siempre mucha policía rondando en los estadios...se ve que hay cierta querencia)
Por mi parte estoy trabajando en una música que les destruya para siempre. ya veremos
Un abrazo
Yorch
P:D: ¿te llegó la nana?
..en cualquier número 38 de alguna calle de Londres conocí a una pareja de chilenos...Recuerdo en una ocasión cuando ese amigo chileno me contaba como había tenido que salir de su país a Argentina y de ahí pudo llegar hasta el gris y lluvioso Londres( no menos gris seguro que el Chile de aquellos años)...suerte quizás para él -no sé si es una suerte dejar tu país por tales acontecimientos- que pudo comenzar su vida lejos de la barbarie y la represión.....Recuerdo aquellos días en los que entraba y salía de la casa con una enorme sonrisa porque a Pinochet lo habían pillado en Londres.... alguna esperanza????
ResponderEliminarEduardo
ResponderEliminarMuchas gracias por tu artículo, junto al equipo de Londres 38 lo leímos y nos pareció que condensas la experiencia del visitante en un testimonio sobrecogedor.
Muchas gracias por visitarnos y por favor, no perdamos el contacto.
un abrazo fraterno
Daniela C.
www.londres38.cl