"La diferencia entre un turista y un viajero reside en que cuando un turista llega a un sitio sabe exactamente el día que partirá. El viajero, sin embargo, cuando llega a un lugar, no puede saber si acaso se quedará allí el resto de su vida" Paul Bowles.

martes, 22 de febrero de 2011

Nazca (Violeta y Vane)



Vine a Nazca para ver las líneas, pero me gustó más conocer a Violeta y a Vane.

Las Líneas de Nazca, como muchos sabréis, son unos inmensos dibujos que los miembros de la llamada cultura nazca se entretuvieron en trazar en el desierto, entre el siglo 200 a.c. y el 600 d.c. Sus dimensiones oscilan entre los 250 metros y los dos o tres kilómetros de largo, por lo cual sólo son discernibles desde el aire (de hecho, sólo se descubrió su existencia cuando los primeros vuelos militares y civiles comenzaron a recorrer la zona). Los dibujos más modernos son figuras geométricas simples, pero los más antiguos representan animales y figuras antropomorfas muy originales (la decoración de la excelente cerámica nazca tuvo una evolución similar). La función de estos geoglifos, únicos en el mundo, ha suscitado todo tipo de peregrinas teorías, pero hoy en día prevalecen como las más rigurosas dos de ellas: la clásica de Paul Kosoc y María Reiche, que creen que sirvieron como gigantesco calendario astronómico; y otra más reciente que afirma que tienen que ver con el culto al agua. Dado que los geoglifos se dibujaron a lo largo de más de 800 siglos, y lo distintos que son en su diseño, es posible que hayan servido para estas dos funciones, en distintas épocas.




Desde su descubrimiento, la líneas de Nazca han atraído a infinidad de curiosos, y en la actualidad el 40% de la pequeña población que les da nombre vive, directa o indirectamente, del turismo. El 2010 no ha sido un buen año para Nazca. Dos avionetas turísticas sufrieron trágicos accidentes, y otras tuvieron que realizar atrrizajes forzosos por problemas mecánicos. Incluso una fue secuestrada en vuelo, y trasladada a la selva para dedicarla al narcotráfico. Al final, el gobierno peruano mandó hacer una inspección y descubrió que la mayoría de las avionetas no reunían condiciones para volar. Muchas tenían más de cincuenta años, y llevaban mucho tiempo sin pasar revisiones. En la actualidad sólo tres compañías tienen permiso para ejercer, lo que ha disparado los precios, y las medidas de seguridad en el pequeño aeródromo de Nazca son similares a las de cualquier aeropuerto internacional. Me habían avisado de que sería caro volar y de que, aún así, era probable que no hubiera plazas. Violeta me lo resolvió. Ella me consiguió una plaza de bajo coste, y pude ver las líneas, aunque las fotos que he puesto arriba las he sacado de internet, porque con el corto objetivo de mi cámara no salían bien. Al día siguiente también contraté con ella una visita guiada al cementerio nazca (estas fotos sí son mías).







Violeta tiene diecisiete años, y es la responsable en exclusiva de un agencia turística, cuyo dueño vive en Lima. Es una chica seria, reconcentrada y contenida, que se maneja como si tuviera mucha más edad de la que tiene. No en vano trabaja desde los doce años, en puestos callejeros de comida y tiendas de ropa. Desde que terminó la secundaria hace ocho meses, trabaja a tiempo completo en esta agencia, pero su afán es matricularse en Turismo y poder estudiar idiomas para afianzarse en la profesión. Para ello tiene que hablar con su jefe y conseguir una reducción horaria, algo que ve difícil. La madre de Violeta es “jaladora” (así le llaman a las personas que esperan a los turistas en las estaciones de autobuses con folletos y ofertas para convencerlos de que acudan a una agencia o un hotel determinado, a cambio de una comisión) y Violeta alberga la esperanza de tener un futuro más cualificado. Cuando estuvimos en el aeródromo, un pequeño inconveniente hizo que estuvieramos más de tres cuartos de hora esperando un taxi para volver al pueblo. Violeta se puso claramente muy nerviosa, aunque durante la espera comenzó a charlar conmigo, y se fue tranquilizando. Luego me dijo que los turistas españoles se quejaban siempre mucho y eran muy exigentes, y que había tenido miedo de que yo protestara por la espera. Violeta, como he dicho, se maneja en su profesión como una mujer, pero es fácil darse cuenta de lo que en realidad es: una niña abrumada por responsabilidades de adulto, y por un futuro incierto.

Estamos en temporada baja, y Violeta no tenía mucho trabajo, ni en Nazca hay gran cosa que hacer. Así que pasé dos tardes muy agradables charlando con ella en su oficina. Con ella y con su amiga Vanessa, que se pasa por allí a visitarla. Vanessa, Vane, de dieciocho años, es una chica alegre y bromista, siempre con una sonrisa en los ojos. Trabaja por las mañanas en un locutorio telefónico, haciendo recargas y atendiendo las cabinas. Gana 240 soles, que evidentemente no le llegan para nada, y en un momento de la conversación se echa a llorar y confiesa que su padre le dice que si no puede aportar a la casa ya puede ir buscándose otro sitio para vivir. Dice que su padre es un borracho, un estorbo, pero que su mamá le da la razón en todo, y que tampoco ella la mira bien. Que nunca ha tenido un regalo de cumpleaños, que ninguno de los dos ha sido nunca cariñoso con ella. Que le gustaría irse a vivir con su hermana, pero que no puede hacerlo porque su hermana vive en medio del desierto, a una hora andando de la ciudad. En Nazca, al parecer, mucha gente vive en el desierto. Son, según la expresión de Vane, impregnada de un dramatismo adolescente, “los olvidados de Dios”.

Dije antes que el 40% de la población de Nazca vive del turismo. Por Vane, y por el guía que al día siguiente me acompañó al cementerio nazca, me entero de que el otro 60% vive de la agricultura o de la minería. Agricultura de subsistencia en el pequeño oasis que que crece en las orillas del río Nazca. Minería artesanal en las ancestrales minas de oro de los cerros cercanos. Estos buscadores de oro, que no sufren otra fiebre que la de la supervivencia, venden su material en bruto y al por menor a intermediarios de Nazca, que luego lo mandarán a Lima para su tratamiento y refinación. Agricultores y mineros viven allí, en medio del desierto, dedicados a las mismas labores que los remotos antepasados que trazaron las famosas líneas. Y en medio del desierto, al lado del antiguo cementerio nazca que yo visité, entierran a sus muertos.


Violeta le ofrece un pañuelo de papel a Vane, y la mira grave y largamente. Ella gana 700 soles, y se lleva mejor con sus papás, pero también sabe que si no aporta en la casa, pocas oportunidades le iban a dar. Vane no es demasiado guapa, ni parece demasiado inteligente; ni, me temo, tiene demasiada constancia (el año pasado comenzó a estudiar Turismo, pero lo dejó. Ahora quiere matricularse otra vez, pero también necesitaría una reducción de horario en su trabajo); pero tiene, Vane, la frescura de la juventud, y un inagotable optimismo. Vane tiene la piel dura. A los pocos minutos de su llantina ya está bailando músicas tradicionales que busca en You tube, riendo a carcajadas, y enseñándome los pasos. Violeta sonríe desde su butaca de directora de agencia. Ya de noche, Vane me acompañó al centro para mostrarme dónde había un ciber con lector de cd que yo necesitaba y, cuando me ofrecí a acompañarla a su casa, me dijo que mejor que no, que en su barrio había mucho borracho, y podía tener problemas a la vuelta. La creí.

Vane se queja de que siempre tiene hambre, y de que se le hacen eternas las horas en el locutorio, sin poder salir a comer. Al día siguiente fui a visitarla y le llevé una pequeña empanada de carne. Se puso muy contenta.

He hablado sin pudor de Violeta y de Vane porque es casi imposible que ni ellas ni nadie de su entorno lleguen nunca a leer esto. Por si acaso, de todos modos, he usado nombres ficticios y no publicaré sus fotos. Vane y Violeta son muy distintas, pero en las dos encontré la misma capacidad de resistencia, el mismo espíritu de lucha, la misma conciencia agonística de la vida que las hará, espero, sobreponerse ante las adversidades, y disfrutar plenamente de aquello de bueno que ellas se sepan forjar. Vane y Violeta. Mucha suerte a las dos.

3 comentarios:

  1. Edu, me da alegría ver, leer y seguir la pista de tu deambular hispanoamericano. También cada vez más me sienta bien leer tu prosa,expresiones y giros. Te sienta bien escribir y a mi leerte. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Preciosa experiencia. Un beso. Raquel

    ResponderEliminar
  3. Muy bonito, sí señor. Un abrazo fuerte desde Sevilla. Manolo del Pozo

    ResponderEliminar