Este señor es William Chilas, pescador. Al menos lo fue cuando en Muisne había pescado, y ahora también lo es, pero hay que admitir que ya no es su actividad principal. Ahora se dedica a fabricar dulce con los cocos que le dan las palmeras de su terreno al Norte de Muisne, a venderlo por las calles del centro, y a gestionar una cabaña de turismo comunitario. William Chilas es una de las personas con las que trabaja Fundecol.
Esta cabaña, con capacidad para cuatro personas, cuarto de baño completo, agua canalizada y luz, tiene un coste de fabricación de cinco mil dólares, aportados por Fundecol. El precio por dormir en ella es de siete dólares por persona, comidas aparte, y la estancia incluye actividades como ir de pesca en bote y mariscar con William y su familia, y tener el placer de ver cocinar y comer luego lo recogido. También se hacen visitas a los manglares, se conoce el proceso de reforestación y, si se quiere, se participa en él. Naturalmente, también hay tiempo para descansar y bañarse en un entorno francamente privilegiado.
Los beneficios generados por los turistas comunitarios se reparten de la siguiente manera: el 20% para Fundecol, el 70% para William Chilas, y el 10% queda como fondo para seguir ampliando la red de cabañas, y que otras familias se vean favorecidas por el proyecto. Las ONGs extranjeras que apoyan a Fundecol proporcionan personas concienciadas e interesadas en este tipo de turismo, y la propia Fundecol tiene convenios con universidades ecuatorianas para que sus alumnos ocupen las cabañas, así que, me dice William, no faltan huéspedes.
William lleva un año embarcado en este proyecto y, dice, está contento. La gente que viene es muy amable y simpática, y el trato con ellos es muy enriquecedor. Bueno, esto más o menos lo digo yo, y él asiente. La timidez con que me recibe y responde a mis preguntas me hace pensar que William no se ha adaptado todavía del todo a su nueva situación.
No hay un país de los llamados "en vías de desarrollo" que no haya sacado la cabeza gracias al turismo. Thailandia, Vietnam, Senegal, Cuba o la Dominicana han visto aumentado extraordinariamente su PIB debido al turismo de masas. Pero el turismo de masas provoca una grave degradación medioambiental, un terrible impacto en el tejido sociocultural, y además los beneficios suelen estar tan mal repartidos que no compensan el daño infligido a una gran mayoría de la población. El turismo comunitario, sin embargo, es respetuoso con el medio ambiente, apenas altera el tejido sociocultural y los beneficios recaen directamente en la comunidad, con lo que se convierte en un buena fuente de ingresos para colectivos que han visto desaparecer sus fuentes de riqueza tradicionales, como es el caso de Muisne. Para los visitantes, este tipo de turismo es una excelente oportunidad de integrarse en una cultura y una forma de vida de la forma más auténtica posible. Yo he practicado y, sin duda, seguiré practicando, el turismo comunitario. Pero no dejo de entender que haya personas, como Peter me dio a entender en Olmedo, que lo consideren una forma de rendición.
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