En la sede de FUNDECOL (en la imagen), su presidente, Marcelo Cotela, abunda en datos de una historia que ya conozco. Aquí comenzaron a talarse los manglares en 1989, y en pocos años el cantón Muisne pasó de tener 20.000 hectáreas de manglares a sólo 3.500, con el desastre ecológico que eso conlleva (en toda la provincia de Esmeraldas ha desaparecido en los últimos 20 años el 80 % del manglar). Una de las especies extinguidas en Muisne es el propio camarón. La industria camaronera ha acabado ya por completo con el camarón silvestre en estas costas, por eso muchas piscinas están ahora abandonadas, y las que quedan trabajan con larvas de laboratorio inseminadas artificialmente, que los biólogos traen de quién sabe dónde.
Las especies que no han desaparecido escasean. Hace veinte años, por ejemplo, un mariscador podía capturar en un mañana 500 conchas fácilmente, con lo que le sobraba para tener un nivel de vida adecuado. Hoy, con dificultad llegan a recolectar 40 o 50 (Esto que me cuenta Marcelo lo he podido comprobar yo personalmente: el señor que se lava en los exiguos manglares, después de toda una mañana de trabajo, se había hecho con el cubito que puede verse en la imagen. Cuarenta conchas). Quizás el día que más pescado recogan sea cuando, cada tres meses, las piscinas se vacían para recoger el camarón, y todos los pescadores de la zona acuden a capturar los ejemplares de otras especies que se han criado accidentalmente allí, al filtrar el agua de mar, y que la empresa desecha.
El gobierno de Rafael Correa ha reaccionado hasta cierto punto, y ha sacado una ley obligando a las empresas a reforestar del 10 al 20% del territorio que tengan declarado, pero Marcelo se queja de que en Esmeraldas el 90% de las piscinas son ilegales o están abandonadas, y de ellas nadie se responzabiliza.
FUNDECOL (Fundación de Defensa Ecológica) nació en 1989, a partir de la inquietud de doce o trece jóvenes que se reunían en la parroquia de Muisne. En la actualidad la fundación coordina a catorce grupos de pescadores y campesinos de la zona y, con financiación de ONGs estadounidenses e italianas, se dedican a reforestar los manglares (tienen concedido por diez años el comanejo del manglar con el Ministerio del Medio Ambiente) y a diversas actividades encaminadas a elevar el nivel de vida de la población afectada: actividades de banca solidaria, huertas ecológicas, "pase de cadena" de productos agropecuarios, implantación de viveros para repoblar el manglar de las especies extinguidas y, sobre todo, proyectos de turismo comunitario como fuente alternativa de ingresos. Marcelo conoce a Peter, de Olmedo, y sabe bien el ambiente de tensión que se está viviendo allí: en los "buenos tiempos", cuando las piscinas daban mil kilos de camarón por hectárea cada tres meses, guardias armados paseaban por las costas de Muisne disuadiendo de la reforestación. Las primeras cabañas de turismo comunitario salieron sospechosamente ardiendo a las pocas noches de ser inauguradas, y no quedó nada de ellas. Tal vez ahora que no queda ni un sólo camarón silvestre en la isla de Muisne, dejen a sus habitantes vivir y trabajar en paz y, poco a poco, veamos crecer el manglar.
El gobierno de Rafael Correa ha reaccionado hasta cierto punto, y ha sacado una ley obligando a las empresas a reforestar del 10 al 20% del territorio que tengan declarado, pero Marcelo se queja de que en Esmeraldas el 90% de las piscinas son ilegales o están abandonadas, y de ellas nadie se responzabiliza.
FUNDECOL (Fundación de Defensa Ecológica) nació en 1989, a partir de la inquietud de doce o trece jóvenes que se reunían en la parroquia de Muisne. En la actualidad la fundación coordina a catorce grupos de pescadores y campesinos de la zona y, con financiación de ONGs estadounidenses e italianas, se dedican a reforestar los manglares (tienen concedido por diez años el comanejo del manglar con el Ministerio del Medio Ambiente) y a diversas actividades encaminadas a elevar el nivel de vida de la población afectada: actividades de banca solidaria, huertas ecológicas, "pase de cadena" de productos agropecuarios, implantación de viveros para repoblar el manglar de las especies extinguidas y, sobre todo, proyectos de turismo comunitario como fuente alternativa de ingresos. Marcelo conoce a Peter, de Olmedo, y sabe bien el ambiente de tensión que se está viviendo allí: en los "buenos tiempos", cuando las piscinas daban mil kilos de camarón por hectárea cada tres meses, guardias armados paseaban por las costas de Muisne disuadiendo de la reforestación. Las primeras cabañas de turismo comunitario salieron sospechosamente ardiendo a las pocas noches de ser inauguradas, y no quedó nada de ellas. Tal vez ahora que no queda ni un sólo camarón silvestre en la isla de Muisne, dejen a sus habitantes vivir y trabajar en paz y, poco a poco, veamos crecer el manglar.
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