Como decía, Quito disfruta de una vida cultural nada desdeñable. No sólo nos hemos empapado de arte colonial de la escuela quiteña en museos y espléndidas iglesias (en todas partes hay algún estudiante de Turismo en prácticas que te sirve de guía, y la verdad es que se agradece mucho: lo hacen muy bien, son muy amables y dan mucha información), también hemos podido admirar en el Centro Cultural Metropolitano una magnífica retrospectiva ("Herejías") del fotógrafo mexicano Pedro Meyer, ver en las salas del Teatro Sucre fotografías de jóvenes artistas locales, como Carla Granda, ir a la sala de teatro alternativo El Patio de Comedias y, sobre todo, admirar la obra del gran Oswaldo Guayasamín en la casa-museo de la Fundación Guayasamín y en la cercana e impresionante Capilla del Hombre. Por la noche, copita en el club de jazz El pobre diablo, donde sí saqué algunas fotos.
qué bueno que haya vida, cultural, más allá de lo que por aquí se ve y sobre todo, se escucha; poco más que culturetismo institucional, potsmodernismo sin alma, macroeventos sin día a día... ojalá sigas disfrutando del viento fresco que la cultura, como patrimonio de la gente, en creación y comunicación, te vaya encontrando. besos desde la azotea de san eloy
ResponderEliminarcarmen p.