Los dos últimos artículos los he redactado, como éste mismo, en un ciber, y he usado las fotos que ya tenía colgadas en la galería web. Tenía muchas más por colgar, de los alumnos de Sarayaku en las aulas, haciendo deporte o trabajando en las chacras, pero en un arrebato mandé los pen-drivers en un paquete postal para España, junto con algunos libros y la mochila de fotógrafo. Vacía. Me han vuelto a robar el equipo.
En estos cuatro meses, aparte de mi caso, ya he sido testigo de otros dos robos de portátiles a turistas en los autobuses, y tenía claro que yo no me iba a volver a descuidar. Pero esta vez ha sido más preocupante. Me alojaba en un hotel de la Avenida Amazonas de Quito, que es una zona muy céntrica, concurrida y turística, aunque también se ven algunos grupos de cubanos y colombianos desocupados por las esquinas, y por la noche hay que llevar un poco de cuidado. Llevaba varios días trabajando con el portátil en el vestíbulo del hotel y en la cafetería de enfrente para usar el wifi, con todas las precauciones necesarias. Tanto en el hotel como en la cafetería siempre había otras personas con portátil, pero eran ecuatorianos, y está claro que ser extranjero te hace mucho más vulnerable. No imaginaba hasta qué punto. Al parecer me han estado vigilando y, en mi ausencia, han forzado la puerta de mi habitación y se han llevado el portátil y la cámara. Los propietarios del hotel han quedado consternados y no me han cobrado la habitación, aunque me han dejado claro que esas cosas pasan de vez en cuando en todos los hoteles. Al igual que la otra vez, detecto en los ecuatorianos un fatalismo y una especie de condescendencia hacia lo que le pueda pasar a los turistas que es realmente desalentador.
Lo irónico del caso es que hacía poco tiempo que me había planteado seriamente vender al menos el portátil, o venderlo todo y comprarme una cámara más pequeña, porque era molesto y arriesgado cargar con todo el equipo. Pero la posibilidad de editar las fotos era tan golosa que decidí esperar un poco más. Después de lo ocurrido, pasé la noche inmerso en una tremenda desazón. La sensación de inseguridad de saberme vigilado casi me paralizaba. Estaba claro que me había metido en una empresa demasiado ambiciosa para un viaje tan largo y de tan bajo presupuesto. James Natchway o Sebastiao Salgado no se alojan en hoteles de 10 dólares ni toman autobuses y lanchas públicas. Dejaría el blog.
Al día siguiente salí a la calle atento a todo lo que me rodeaba. Tras dar varias vueltas y cambios de dirección, fui al cajero automático y mandé el paquete postal. Luego recogí mis cosas y tomé un autobús para Coca, que era mi próximo destino. Durante todo el viaje estuve como sonámbulo, realizando un fuerte trabajo mental, porque poco menos que tenía ganas de volverme para España.
Pero el análisis y el control de mis emociones forma parte, lo sabía, de la experiencia que me he planteado con este viaje. Cuando llegué a Coca, a las seis de la mañana, sabía ya dos cosas: que viajando con sólo una mochila con ropa y tres o cuatro libros mi sensación de libertad iba a ser mucho mayor, y que seguiría con el blog. Sin imágenes. Intentaré imprimir color a mis palabras.
Joder qué mal. Te seguiremos igual sin imágenes, con las palabras es más que suficiente. ¡¡Ánimo!!
ResponderEliminarEduardo los retratos son estupendos, pero entiendo esa sensación de tranquilidad sabiendo que no llevas nada valioso contigo.
ResponderEliminarQuizás podrías seguir realizando entrevistas con tu grabadora digital. Es pequeñita, discreta y es muy interesante poder escuchar a las personas con las que te encuentras.
Desde luego, seguiremos leyéndote.
Un abrazo desde Sevilla.
Vaya... es verdad que los retratos son estupendos. Hay que recuperarse del golpe, al fin y al cabo este viaje lo haces para ti y las experiencias que vivas allí cada día no podrán robártelas en ningún bus. Un abrazo. Alexis.
ResponderEliminarVaya prueba, viajero, mucho ánimo y pensamiento positivo, seguro que irás encontrando soluciones en el camino. un abrazo fuerte.
ResponderEliminarcarmen plaza
Vaya fatalidad, Edu...pero supongo que contabas con la posibilidad de que sucediera algo así.
ResponderEliminarEn cualquier caso mucho ánimo; este tipo de cosas son las que diferencian, además, al turista del viajero, es decir, la reacción ante la pérdida.
Seguramente nos interesarán aún más tus entradas en este blog.
Un abrazo fuerte
Jorge