"La diferencia entre un turista y un viajero reside en que cuando un turista llega a un sitio sabe exactamente el día que partirá. El viajero, sin embargo, cuando llega a un lugar, no puede saber si acaso se quedará allí el resto de su vida" Paul Bowles.

sábado, 4 de diciembre de 2010

SARAYAKU. EL COLEGIO


El Colegio Técnico Agropecuario "Sarayaku" consta de unos 120 alumnos, repartidos entre seis cursos de secundaria. Provienen de las seis escuelas que se reparten entre los distintos núcleos de la comunidad de Sarayaku (algunos tardan casi una hora en llegar desde sus casas, y están exentos de venir cuando llueve duro) y también hay cinco o seis alumnos internos de etnia achuar, cuya comunidad se encuentra a ocho horas a pie de Sarayaku. Las clases duran cuarenta y cinco minutos, y los alumnos pasan gran parte de la mañana trabajando en las chacras en las que practican técnicas agropecuarias. También se le concede mucha importancia al deporte: media mañana a la semana se dedica al torneo de fútbol. Algunas tardes los alumnos de último curso dedican su tiempo a alfabetizar a adultos iletrados (es un reciente requisito del gobierno para poder obtener el título de Bachiller), de los que sigue habiendo en la comunidad.



El colegio es oficialmente bilingüe, lo que implica que se impartan las materias de "Lengua kichwa" y "Cultura indígena" y que el 80% del profesorado sea indígena de Sarayaku. Esto, en cierto modo, es una desventaja, me comenta Berta, la profesora de Lenguaje y comunicación. Como los alumnos saben que ella es kichwa, y hablan kichwa con ella cotidianamente fuera de la escuela, se resisten a hablar castellano en clase, por más que ella les insista. Ahí estaba mi reto. La mayoría de los alumnos hablan castellano mejor de lo que ellos creen, pero la falta de costumbre hace que se bloqueen psicológicamente. Les da vergüenza hablar en español. Así, los primeros días tenía que contemplar sin desesperarme que cualquier alumno se ruborizara y lo pensara cinco veces antes de responderme "sí" o "no" a la pregunta que yo le había hecho. En cuanto a la escritura, presentaban las mismas dificultades (confusión en el uso de preposiciones, conjugación de verbos, derivaciones, uso de los artículos...) que cualquier estudiante de español como lengua extranjera. Lo aconsejable, le dije a Berta, era dejar un poco de lado los conocimientos gramaticales y enfocar las clases como lo que eran: la enseñanza de una lengua extranjera que, de momento, los alumnos dominan a nivel medio. Había que realizar fundamentalmente actividades de comunicación, que les pudieran resultar motivadoras y creativas.




Así, comenzamos leyendo (o contándoles yo) cuentos que después tenían que resumir oralmente y por escrito, para enseguida pasar a a la escritura creativa, gracias a textos mutilados y otros pies forzados de los que ya hace años aprendí en la Gramática de la fantasía de Gianni Rodari, y que ya nunca me abandonan. Como era de esperar, estas actividades tuvieron éxito entre los más pequeños, que siempre se entregan con entusiasmo al llamado de la fantasía. Con los más mayores, que se aburrieron pronto de los cuentos, planteé otra actividad que les obligase a expresarse en español. Tenían que hacer una entrevista por escrito a la persona que ellos eligieran. Por grupos eligieron a la persona a entrevistar (otros alumnos y algunos profesores, incluido yo mismo), decidieron, redactaron y corrigieron las preguntas, las pusieron en común oralmente (¡los escuché hablar de seguido en castellano!) y tras haber realizado y corregido la entrevista, la leyeron en público. Esta actividad fue un éxito, y Berta estuvo de acuerdo en que era el camino a seguir (elaboración de un periódico, noticias, reportajes, trabajos monográficos... cualquier cosa que para ellos tenga un sentido y les obligue a escribir y expresarse en español).
En un mes no dio tiempo a mucho más, pero espero que a Berta y a los alumnos les haya servido de algo. A mí, desde luego, me ha parecido una experiencia muy interesante, y me ha hecho recordar con nostalgia las satisfacciones que puede dar la hermosa profesión de educador. Mi profesión, a la que sin duda volveré.

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