"La diferencia entre un turista y un viajero reside en que cuando un turista llega a un sitio sabe exactamente el día que partirá. El viajero, sin embargo, cuando llega a un lugar, no puede saber si acaso se quedará allí el resto de su vida" Paul Bowles.

viernes, 13 de agosto de 2010

Las Salinas


La provincia de Sucumbíos, en la zona fronteriza con Colombia, es tierra de pioneros. Hasta la década de los 60 esto fue selva intrincada, territorio natural de la etnia indígena Cofán. Hoy en día apenas sobreviven ochocientos cofanes en una reserva de 10.000 hectáreas, rodeada de un río contaminado por las extracciones petrolíferas. La degradación medioambiental de la selva de Sucumbíos es penosa y evidente, como más adelante veremos, y es que el “desarrollo” de la zona le debe tanto a la Texaco que hasta sus dirigentes se encargaron de ponerle nombre a la capital: Lago Agrio, por “Sour Lake”, la ciudad estadounidense donde Texaco tiene su sede. De Lago Agrio, probablemente, partieron hace algo más de treinta años las pocas familias que fundaron Las Salinas en la misma orilla del río San Miguel, en el último rincón de Ecuador.

Las Salinas no es mucho más que un puñado de casas (sesenta familias en total) diseminadas entre la selva a lo largo de doce kilómetros, siguiendo la margen del río, y unidas entre sí por trochas de tierra y fangosos senderos de piedras que buen trabajo ha costado abrir. No hay luz, ni agua canalizada: recogemos el agua de la lluvia que siempre cae en tromba en algún momento del día o de la noche, y para bañarnos vamos al río, si no llueve. Si llueve tenemos que ir al pozo porque el río baja lleno de tierra y con riesgo de crecidas (el abuelo de Cárolyn murió así, ahogado en el río, y lo velaron una noche entera en la casa comunal, pero ella, que tiene nueve años, no se acuerda de cuánto tiempo hace de esto). A cambio de que en esta parte del río haya tanta corriente, en Las Salinas no hay anacondas, pirañas ni sanguijuelas como más abajo, donde el río se remansa. Más abajo, también, hay todavía guerrilleros de las FARC, paramilitares y soldados, que aquí ya se extinguieron. Sólo ochenta kilómetros más abajo mató el ejercito colombiano en 2008 al dirigente de las FARC Raúl Reyes, en territorio ecuatoriano, y nos han aconsejado que no descendamos el río en canoa, porque fácil nos pueden confundir con guerrilleros, y pegarnos un tiro desde la otra orilla.


En Las Salinas hay una escuela que sus habitantes construyeron con sus propias manos, en una explanada que le robaron al cerro, y donde hoy se puede jugar al futbol bajo la lluvia. Hay una tienda donde se puede beber cerveza caliente y jugar al billar en una mesa y con unos palos que convierten este deporte en una especie de juego de azar. En Las Salinas hay hombres recios y circunspectos; mujeres laboriosas, reservadas y amables; y un puñado de niños tímidos, curiosos  y juguetones como animalillos salvajes.


Por estos niños hemos venido. Ellos van a ser los protagonistas de las
PRIMERAS JORNADAS DE TEATRO “ALEGREMIA”.



3 comentarios:

  1. Genial Edu!!!. Tan real y triste como la vida misma. Al presidente de Texaco y a tantos otros mandaba yo en canoita rio abajo. Un besote

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  2. Hola Edu. Enhorabuena por el blog, las entradas saben a poco, después de leerlas y de mirar las fotos se queda uno con ganas de más. Por cierto, ¿cómo haces para conectar allí en medio de la selva?

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  3. ana sanchez ameneiro15 de agosto de 2010, 20:41

    buen trabajo, edu. Esto es una buena crónica de latinoamérica y lo demás son tonterías. Que siga el viaje, que te leemos con atención.Un abrazo. ana

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